Kate Torgovnick May escribe en The Atlantic cómo las series de animación que se basan en ridiculizar la vida en Estados Unidos (Los Simpson, Padre de familia) son dibujadas en los cuadros interpolados por animadores de Corea del Sur. A pesar de que Internet y los videojuegos son parte de la vida diaria del país, los animadores dibujan en papel para luego digitalizarlo. El montaje se envía a Estados Unidos de donde vienen las correcciones y mejoras. Un «director de animación en el extranjero» se encarga de explicar a los surcoreanos los detalles de la cultura estadounidense que dan la autenticidad a las series (quienes hayan leído Pyongyang de Guy Delisle reconocerán el rol paralelo en Corea del Norte). Sorprendentemente este proceso farragoso sigue funcionando y solo recientemente productoras como Bento Box han conseguido establecer una línea de producción totalmente digital entre los autores de Estados Unidos y los dibujantes surcoreanos. Uno de los factores de rechazo al cambio es que un animador en papel necesita unas doce semanas de formación y práctica para recuperar su productividad usando el software Harmony. Las ventajas de la digitalización son la flexibilidad y hacer más atractivo el oficio a una nueva generación. En unos años, la infraestructura de las series de animación evolucionará y, de alguna manera, eso cambiará lo que vemos los espectadores occidentales. ¿Conoces otros negocios que sean conservadores de forma tan paradójica?