Se acabó lo que se daba. El domingo tocaba madrugar, ultimar las maletas y salir rumbo al aeropuerto para tomar el avión que nos traería de vuelta a España. Dejábamos atrás una semana que ha sido maravillosa. Para algunos la primera vez que viajaban por Europa, para otros la primera vez en Italia y para todos una oportunidad de convivir, disfrutar y aprender, por qué no, en un marco incomparable.
Los últimos días en la ciudad eterna han servido para acercarnos a lugares mágicos y que pertenecen a ese imaginario colectivo en el que sin duda se encuentra la Roma imperial, majestuosa, con el recortado perfil del Coliseo sobresaliendo entre los foros y la Roma moderna, esa que atrajo a los mejores artistas del momento en los siglos XVI y XVII y en cuyas calles la vida bulle entre las magnas obras de Bernini, Borromini o Maderno.
Un viaje que, en definitiva, comienza a cerrar una etapa a la que apenas quedan dos meses. Ahora empieza lo bonito, el último empujón, pero las pilas, después de una semana como esta, tienen que estar más que cargadas.